Consistente:
Puesto que la personalidad es un rasgo distintivo de cada persona,
éste permanece relativamente estable a lo largo del tiempo,
influyendo en su comportamiento. Esto no evita que el individuo pueda
cambiar su comportamiento debido a factores ambientales o a las
necesidades experimentadas.
Diferenciadora:
La personalidad permite identificar a cada individuo como un ser
único. Esta característica se traduce en las distintas reacciones
que pueden tener las personas ante un mismo estímulo. La
personalidad es única por ser una combinación de factores internos,
pero si queremos utilizarla como criterio de segmentación, se pueden
destacar uno o varios rasgos comunes.
Evolutiva:
Aunque la personalidad es un rasgo consistente, puede variar a
largo plazo por la interacción con el medio, por las
experiencias vividas por el individuo o simplemente, a medida que el
individuo va madurando.
No
predictiva: La personalidad es una compleja combinación de
características y comportamientos que hacen difícil la predicción
de la respuesta de los consumidores a los estímulos sugeridos.
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